25 de junio de 2011

Algo que se siente.



Amarte no es poco. No es algo que se pueda decir de forma sencilla, que le pueda expresar a alguien más. No es una ocurrencia en una noche de copas, no es algo que se escriba sin tener destinatario. No son palabras escritas a mí misma. No es una enfermedad que se cure con pastillas ni dolencia que se aminore con alcohol. Amarte no es sólo desear tu cuerpo, no es imaginar todo el día tu sonrisa ni adivinar tus pensamientos de noche. No es cantar por las noches a mitad de la calle. No es derramar miel y decirlo a todo mundo. Tampoco es creer verte en los rostros de mujeres que se cruzan por mi camino. No es un discurso cliché hecho sin mero talento. No es la luna, ser inerte al que muchos le piden que sea testigo y cómplice. Amarte no es soñarte todas las noches, no es encontrar dicha en el sonido de tu voz, no es ser cursi. No es la espera en el teléfono, ni en el mensajero instantáneo y mucho menos la contemplación de tu fotografía. Amarte no es el deseo reprimido del subconsciente, no es dibujar con los ojos el contorno de tus piernas ni el calor de tus pechos. No son conclusiones apresuradas de un momento fugaz. Amarte no es dejar de amarme a mí misma, no es ser omnisciente para vigilar tu pasos, tampoco son celos injustificados ni un contrato bilateral de la propiedad. No es un día en azar en el mes de abril ni un año bisiesto. Amarte no es deseo intermitente ni fuego que quema, no es una pistola cargada ni una tarjeta de crédito para el alma, no se puede comprar como una revista ni contener en una canción pop. No son seis letras y menos la composición de dos palabras. Amarte no es lo que aparento, no es lo que todo mundo puede ver, no es condena, maldición o lastre cochambroso. No es mentira, no es parcialidad, velocidad, nimiedad o confusión.
El amarte no es para nada casualidad o un juego de azar.

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