24 de diciembre de 2013

Dónde quiera que estés, Feliz Navidad.

"Hoy todo está mudo en mi cuarto.
Pero no quiero huir, quiero resistir.
Hoy, la tristeza entra a oleadas por la ventana de mi habitación.
Trato de atajarla como si fuera una esponja, pero no consigo refrenarla.
Está dispuesta a barrer cualquier rastro de felicidad que resida en estos metros cuadrados.
Después; blanco y negro.
Negro por fuera, blanco por dentro. Remordimientos.
Pero, ¿por qué me da por buscar la soledad y cuando me hundo en su blanco sin asideros me aterroriza?, ¿por qué quiero que alguien me lance un salvavidas pero no hago nada por agarrarme a él?
Puede que algún día llegue a saber para qué valgo y cuáles son mis sueños, pero ¿alguna vez sabré ser algo distinto a un náufrago que no se deja ayudar?
Mi corazón de hierro se ha ablandado hasta convertirse en nata.
Francamente, no sé por dónde empezar y quisiera que todo esto acabase enseguida, como todo lo que no me gusta.
Cambias de canal y la escena ya no está. Se esfuma, se borra, se termina.
Entonces riegan mi cara las lágrimas más amargas que he conocido jamás, lágrimas que contienen un 90% de soledad y un 10% de agua.
Un dolor tan espeso que puedo flotar sobre él sin necesidad de nadar.
Floto en un desierto completamente blanco; una enorme habitación blanca insonorizada, en la que no se distinguen ni los rincones de las paredes.
Grito, pero los sonidos son devorados.
Y de mi boca un susurro que retumba: "te echo de menos”."